Ingredientes:
½ kg. de cocochas de bacalao desaladas
150 ml. de aceite de oliva virgen extra
2 ó 3 dientes de ajo.
150 ml. de aceite de oliva virgen extra
2 ó 3 dientes de ajo.
Cebollino o perejil
2 cayenas o unos trocitos de guindilla
Una pizca de sal
2 cayenas o unos trocitos de guindilla
Una pizca de sal
Preparación:
Desalar las cocochas al menos con 24 horas
de antelación, cambiándoles el agua 2-3 veces.
Secamos las cocochas con papel de cocina
para quitarle el exceso de agua que pudieran tener.
Ponemos una cazuela al fuego, puede ser de
barro, de acero o antiadherente con el aceite, a fuego medio y doramos
los ajos pelados y fileteados junto con las cayenas o guindillas, retiramos
cuando los ajos tengan un color dorado, sin pasarse para evitar que se quemen y
el aceite adquiera un sabor no deseado. Reservamos.
Colocamos las cocochas en el aceite con la piel hacia arriba, empezaran a soltar la gelatina. Es importante controlar la intensidad del fuego para que no tengan demasiada temperatura.
Colocamos las cocochas en el aceite con la piel hacia arriba, empezaran a soltar la gelatina. Es importante controlar la intensidad del fuego para que no tengan demasiada temperatura.
Movemos la cazuela en círculos o agitamos,
cuando la salsa comience a ligar (2-3 minutos) rectificamos de sal teniendo en
cuenta que el bacalao está salado y retiramos. La salsa tiene que tener un
aspecto denso, casi como una mahonesa, si no lo consigues agita un poco más la
cazuela pero no demasiado ya que se pasaran demasiado las cocochas, puedes
retirarlas y batir con unas varillas a mano y cuando tenga la consistencia
deseado incorporar de nuevo las cocochas. Nunca añadas a esta salsa maicena o
harina.
Servimos en la cazuela, con los ajos y las
guindillas y espolvoreamos con cebollino o perejil picado muy fino,
inmediatamente después de su preparación, aún hirviendo.
Y muchiiiiiisimo pan gallego,
porque está de “toma pan y moja” o unas patatas
gallegas, una cosa no saca la otra.